jueves, 26 de diciembre de 2013

Máquina de escribir



Para que empezar con un "la verdad es que nunca entenderé", quedando incluso más literario un "entiendo perfectamente" el por qué del folio en blanco intimidante.
Sería incluso mejor si el sonido de las teclas no fuese tan "plástico", y fuese  más metálico cual máquina de escribir. Pero esos tiempos pasaron. No hace mucho, pero están en la cola del paro de nuestros bártulos.

Recuerdo que de pequeño tenía una máquina de escribir, que debía ser de mi padre o algo así, y la cogía y hacía mis pinitos con ella sin saber, ni por asomo, lo dulce y a la vez amargo que se te pueden presentar las letras.
Era portátil, bastante compacta, de las últimas que se hicieron supongo. Tenía asa, de la que recuerdo tirar para intentar sacarla del cajón. Un asa, que muchos en su época utilizarían para poder salir corriendo sin dar un paso.

Ahora es más frío aún si cabe, solo escribiendo sobre papel  en esas horas a las que no sabes si  echarte a sobar o ponerte a hacer cualquier otra cosa porque no merecen la pena un par de horas de sueño, que tal vez ni cojas,  para olvidar, o para recordar, como aquel de la máquina de escribir.

Supongo que todavía nos podemos permitir el lujo de mirar por la ventana mientras lo hacemos, con el "tic-tac" de fondo. Y no mirar, sino viendo cómo los ojos no decaen pero la luna va siguiendo su curso, desplazándose, y cómo eso que te dijeron una vez, que se suponía que era el cinturón de orión, recobra mucho más significado que 3 puntos mal salpicados en un fondo negro.

Negro como dos pupilas dilatadas en las que nadarías no por gusto, sino por no ahogarte. Porque nos gusta tener el agua hasta el cuello. Nos encanta. Nos encanta poder pegar una buena bocanada de aire y decir, "yo sigo aquí hijos de la gran puta". Y no os vais a librar tan fácil de mi. Cuando en realidad eres tú el que no quiere librarse de ellos. De ellas. De ello. De ella. Con plurales y singulares.

Cuando esa bocanada se transforma en un grito sin gritar. En un formato que solo tú, y pocos de los tuyos pueden oír. Y que solo tú y ni siquiera pocos de los tuyos entiende. Y que ni siquiera tú, a veces llegas a una conclusión.

No os dejéis joder por los pretéritos, ni esos que parecen más cercanos, ni los que huelen a polvo.
Si os quedan huevos, seguid aferrándoos al presente, pero tampoco os olvidéis de esa capa de polvo, u os acabará escupiendo en la cara.

No es un juego hasta que no te sabes de memoria todas las fichas.

domingo, 17 de Febrero de 2013

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