Suelo escribir a
horas intempestivas, horas en las que ya parece que están recogiendo las
calles, y que está durmiendo hasta el más enfarlopado, pero hoy me he
adelantado un poco.
Pues aquí estoy con un Earl Grey a las tantas (no tantas como uno quisiera), viendo como bobo cómo se fusionaban los colores que iban saliendo del huevo al agua. Cómo, con espirales que se trataban de bailarín y bailarina paseando armados con un par de buenas copas en LA calle Corrientes de Buenos Aires, empezaban a jugar entre ellos.
Y todo esto para hablar de la importancia de la dependiente indepencia. A priori, algo independiente no está ligado para nada con lo dependiente. Pero a ciencia cierta, depende totalmente de ello.
¿Qué sería de la independencia sin la dependencia?
Gracias a los buenos, hay malos. Gracias a los feos, hay guapos. Y gracias a la independencia, creamos esa dependencia necesaria que tarde o temprano nos rodea.
Ilusos los que se creen independientes porque solo ocultarán su dependencia.
Ilusos los que se creen dependientes porque solo manifestarán independencia.
Como todo, consigamos un punto medio, un punto medio para que la independencia nos haga dependientes, y la dependencia independientes. Un punto medio en el que poder jugar como los dos bailarines de antes.
Un juego en el que uno mismo pone, y luego quita. Un juego, en el que cuando te lo roban, te das cuenta de lo que antes tenías, y deseas volver a recuperarlo, para volver a olvidar, volver a olvidar que se te había ido de las manos, o que sin más, lo tiraste.
Un juego al fin y al cabo egoísta, pero, ¿qué es el egoísmo sino dependencia?
Seamos dependientes, para ser independientes.
Seamos independientes, para disfrutar la dependencia.
martes, 20 de Marzo de 2012
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