Otra
noche más en la que la luz tenue de fondo es propagada por las teclas de un
piano que con sus vaivenes no levantaría el ánimo ni con una nariz roja de
gomaespuma.
Noches
en las que el Payaso Triste te presta sus zapatos mientras él, se ha ido de putas, y no te ha dejado ni un papel en el que ponga:
"Que te jodan".
Parece
que ni los compañeros habituales de la banda sonora de tus noches se atreven a
irse a dar cabezazos contra la almohada. Probablemente también se hayan ido de
putas. Pero ellos sí han dejado un mensaje. Un mensaje muy claro pero que no
sabes entender porque suena en una escala que no estaba en tus planes.
Dejas que
esas notas sean tu Pávlova personal. Te concede
ese baile, admirable, pero con la condición de mirarlo desde lejos para no
inmiscuirte en él.
Al
lado del que parece un director de orquesta jubilado, con más marcas de
experiencia en su piel de las que podría
dejar cualquier navajazo en la cara, te colocas para poder escuchar con más
nitidez esas palabras francesas con un acento indescriptible.
Lo sutiles que son, y lo amargas
que se pronuncian.
Cada
movimiento de eso a lo que ella llama juego, con su derrière incluido, te hace pensar en todas y cada
una de esas proposiciones, propuestas vacías que se pasan por tu cabeza
mientras sigue bailando, como si el propio Debussy hubiese cosido la melodía
después de haberla visto.
Sacada de una idea se había
convertido en realidad, y tú seguías impasible.
Ese era el
trato.
La música cada vez se hacía más
lenta, el director acababa de "coger el dos" y no tenías más remedio
que ver como la orquesta seguía tocando, desorganizada, y cómo con la cara de
indiferencia que les caracterizaba a esa panda de mercenarios
con instrumentos de cuerda sentías que se la llevaban.
No ibas a permitirlo.
Si se iba a hundir, que se hundiese
contigo.
Con las mismas ganas de inmiscuirte
y de buscar problemas que las que tiene un ciego de pedir un deseo al ver una
estrella fugaz, mandas a la mierda tus
esquemas.
Las tablas las
convocan los perdedores, y ésta no es la noche en la que te arruinarás.
Por ello con la
poca sutileza que te caracteriza, perderás las formas.
Las perderás porque sabes que ya has ganado, lo llevabas viendo en sus ojos desde el
momento en el que empezó el show.
Esta noche seguirás estando solo
aunque haya unos maillot rosas a los pies de tu cama. Aunque el derrière ahora sea a tu vera y no detrás de ese
muro que pintaron como infranqueable.
La orquesta siguió tocando, y hasta
que no se hunda, no parará.
lunes, 11 de Marzo de 2013