miércoles, 30 de marzo de 2022

Frasquitos.

 

O no te esperas o encuentras. 

Se precipitan como una exposición de un proyecto que quiere ayudar a seguir adelante con un perfil rosa y acabaste. 

Y digo acabaste con punto.

Rodeado de esos que decían compartir sus vidas contigo, enseñando imágenes, enseñando fotografías. 

Diciéndote lo mucho que habían vivido y recomendándote que deberías hacer lo mismo y de lo que deberías prescindir y luchar.

Con una gorra doblada que termina cogiendo forma como cualquier retrato bien encuadrado y camisas hawaianas de las que no están de moda.

Resbalando, como cualquier gota de agua en la corriente, te ves en un sitio no tan esperado.

Un error. Un fallo que no deberíamos llamar así de una prenda de las que te dan cobijo y te permiten no pasar algo de frío cuando empiezas a sentirlo.

Esas noches madrileñas a partir de las tantas, entendiendo tantas no por horas sino en función de lo destemplado que estés.

Hizo.

El "chás" del mecho juntó un par de bocas en las que en el bar se acababa la intimidad al moverse, al hablar, al cruzarse como mínimo cuatro caminos

La fotografía que no hice.

El acento no concordaba con la nacionalidad. Las regiones son eso, trozos de tierra.

Al lado de esa cantidad de vitaminas y movidas Ayurvédicas de la estantería y zen tenías algún frasquito de lo que te permitía alejarte de la realidad o consolidar una nueva.

Siddartha seguía siendo de mis libros favoritos, y además en algún momento tuve la misma edición que estaba descansando en esa estantería.

Nunca te conté que el regalarlo fue para intentar entenderlo mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario