Al
fin y al cabo las relaciones personales son como el ir muy rápido, encima de
una moto vieja, pero a la que tienes un cariño especial. Y sin casco.
Bajas
al garaje, y das una vuelta al rondo antes de montarte.
La
miras y parece que todo va bien.
Nunca
consigues estar seguro del todo.
Apoyas
tu culo curtido en alguna que otra curva y apoyas los pies en el suelo (Qué
importante es ésta parte).
Pegas
un empujón con tu pie derecho
(por
el que podrías ir escalando, piedra a piedra hasta llegar al ombligo); y si, empieza a vibrar.
Desde
el otro pie empujas esta vez hacia abajo metiendo primera
(sin
atreverte a su subir tan alto como a esa cima del ombligo, y quedándote algo
más bajo esta vez. Las carreteras secundarias son las mejores).
Pero
qué cojones, por qué no subir ahora. Al fin y al cabo, primera es solo para
arrancar y hacer un poco el kinki (¿Os acordáis de la obligación de asustar a
las viejas no?).
Subes.
Subes
de marcha.
Cambias
de ritmo.
No
quieres parar.
No
puedes parar.
Notas
el viento en la cara, por aquello de lo que hablábamos antes. Las relaciones
personales son como ir sin casco.
Pegas
un apretón con tu mano derecha.
Ya
no son vibraciones sutiles, eso que empezó como una caricia ahora es un rugido.
Por
otro lado, supongo que una de esas manías que tenemos todos pero que vamos
perfilando con el cabo de los años es la de contar el tiempo desde que ves el
rayo, para saber lo cerca que está la tormenta. ¿Quién es el valiente que no lo
hace?
Colega,
la tienes encima.
Carretera
y sábanas, que las mantas acaban agobiando.
¿Es
el miedo a ir sin casco?
¿La
adrenalina de sentirte tan vivo?
Colega,
no te puedes permitir meter la pata. La mayoría quieren volver a casa. Pero..
¿A cuál?
Algunas
más cómodas que otras.
Algunas
más acogedoras.
Pero
lo que buscas, es protección, pero no, esto no es una mierda de campaña de la
DGT.
Protección
de la que te proporciona un sitio al que volver.
Y
vamos a dejar el casco de lado.
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