martes, 14 de febrero de 2017

Goterones.

Empezó a llover.

Y las llamadas que sabes que llegarían, llegaron. Y allí estábamos para descolgar.
De hecho estábamos como a una hora. Pero eso a quién coño le importaba.
Ese fue el viaje en autobús más largo que había tenido hasta la fecha.

- "Tampoco será pera tanto" pensaba mientras miraba el móvil.
- "Yo creo que cuando me pasé a mí, no le daré tanta importancia".

Seguía lloviendo.
Avanzaba lento entre el tráfico.
Ya sabéis, aquí por la capital cuando los días se encapotan son más grises que en cualquier otro lado.

- ¿Dónde estás?"
- No lo sé.
- Si lo sabes.

Y lo supo.

Seguía lloviendo y no caía desde arriba. Caía más cerca del suelo. La peor lluvia que os podáis imaginar.

Y ahí, aprendes lo que significa el tiempo. Porque no existe. Nos lo hemos inventado.

"No será para tanto volví a pensar". "Son cosas que pasan".

Y paró de llover. Pero solo durante algunos años.
No os libráis. Ni vosotros, ni yo. Al final, te toca.

Te toca lejos.
Te estás viendo desde fuera. 
Y vuelves a no decir nada, pero porque no hay palabras.
No hay noche.
No hay mañana.
Pero había algo más de 300 km.

¿Sabéis lo poco que tarde el AVE en llegar a los sitios? Pues eso, lo del tiempo es un invento.
Y los vagones de primera son los más tristes de todo el tren.

Y estás cubierto.
Ni una nube.
Pero otra vez, se puso a llover más cerca del suelo.

Aunque esta vez desde un poco más arriba.

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